Se denominan Vanguardias Históricas a los estilos artísticos que aparecieron en esa época y contexto:
Impresionismo (1874), Neoimpresionismo (1884) y Postimpresionismo (1910).
Aunque algunos criterios prefieren dejar fuera de la clasificación de vanguardias al Impresionismo, éste fue el primer movimiento que se rebeló contra los gustos que imperaban en la época.
El Impresionismo no buscaba el rechazo del público, sino que prefería no tener en cuenta la acogida que pudieran tener sus obras en favor de una nueva manera de captar la realidad que tarde o temprano se acabaría reconociendo, como así fue. El precursor de este movimiento fue Eduard Manet.
En sus obras se puede apreciar la transición de la pintura tradicional a la manera impresionista. Le siguen otros autores, todos ellos admiradores e influenciados por Manet. El grupo impresionista lo componía Degas, Renoir, Monet, Pisarro, Sisley y Cezanne.
Tras unos comienzos dubitativos y llenos de pruebas, el Impresionismo como tal nace en una exposición celebrada en los salones del fotógrafo Nadar en la que participaban treinta y nueve pintores, conscientes ya de formar un grupo y de tener unos objetivos comunes. En esta exposición se encontraba una obra de Monet llamada Impresión, Sol Naciente que, burlonamente citada por un crítico de arte dió nombre al grupo. Pone toda su atención en captar la realidad, el instante, la impresión. Dado que la luz de los paisajes va cambiando a lo largo del día, requiere una pincelada espontánea, rápida y directa, que permita resolver una obra en poco tiempo. Interesa esa luz del amanecer, el reflejo en la caída del sol, la luminosidad del medio día… Por esta razón las obras impresionistas dieron la sensación de estar inacabadas, incompletas, y por tanto fueron despreciadas por imperfectas.
Acabada la época del desarrollo del Impresionismo, y gracias a las nuevas tecnologías como la fotografía y el descubrimiento de la cuatricromía, que conseguía infinidad de colores con la mezcla de los colores primarios, surge el Neoimpresionismo o puntillismo, llevado a cabo fundamentalmente por dos autores, Georges Seurat y Paul Signac. Aprenden la lección impresionista y la aplican de un modo más controlado, menos fresco y espontáneo. La pincelada se hace corta, racional y estudiada.
Fuera de estos dos movimientos quedan tres autores de obligada mención, como son Vincent Van Gogh, Paul Gauguin y Henri de Toulouse-Lautrec. Se les atribuye el término de Postimpresionistas en una exposición celebrada en Londres en 1910; aunque su trabajo no es en absoluto semejante, les une el hecho de haber empezado con el Impresionismo ya afianzado y de comenzar su andadura pictórica con un nuevo modo de hacer, en los tres casos de manera muy personal e innovadora y con una visión subjetiva y manipulada del mundo. Van Gogh transforma la pincelada impresionista en una con más carga y muy ordenada, dando nuevas soluciones formales y cromáticas. Gauguin reivindicó lo bidimensional y lo decorativo. Su época en Tahití, donde vivió los últimos años de su vida, es la más famosa. Ese destino ofreció a Gauguin los paisajes y los colores que buscaba. Toulouse-Lautrec fue un gran ilustrador y se le considera el precursor del cartel publicitario.
El Fauvismo (1905) cuestiona el Arte como representación de la realidad, abogando por un arte subjetivo que expresa sentimientos por medio del color. Se denomina así por su violencia cromática, por sus agresivos contrastes, tintas planas, simplicidad en el dibujo y por su ausencia de claroscuro. Fauve significa fiera en francés. Los historiadores lo consideran una reacción al Impresionismo. Si éste trataba de enfrentarse a la realidad por medio de la visión, el Fauvismo intenta pintar con la mente. Sus autores principales son Matisse, Derain, Dufy y Braque.
Cubismo (1907) es el nombre que se le dio al movimiento desarrollado principalmente por Georges Braque y Pablo Picasso. Se caracteriza por destruir la óptica renacentista como único punto de vista. Es capaz de representar varios puntos de vista a la vez en una misma imagen, superando así a su rival representativo, la fotografía. Niega la luz impresionista y los modula en tonos neutros y pardos, mediante el uso de pequeños planos de color superpuestos y la introducción en el Arte con mayúsculas de técnicas como el collage. Es un movimiento que no trata de captar la realidad presente ante el artista, sino que crea, a partir de la realidad, una imagen propia. Se basa en la anterior pero no intenta parecerse a ella, intenta aportar más información incluso que la propia realidad. Otros componentes de este movimiento fueron Juan Gris, Francis Picabia, Franz Leger y Albert Gleizes.
Expresionismo (1905). Estilo surgido en Alemania que trata de dar al espectador una visión de los sentimientos del artista. Forma, color y textura están al servicio de esa transmisión de los estados de ánimo del autor. Supone el inicio de la pintura abstracta en sentido estricto ya que se desvincula por fin del referente. Es una pintura subjetiva que deforma y exagera. Sus grandes influencias fueron autores consagrados como Goya, el Greco, y otros más recientes como el belga James Ensor y el noruego Edvard Munch. Los dos grandes grupos de artistas del movimiento fueron los llamados “Die Brücke” (el puente) en Dresde formado principalmente por Ernst Kirchner y Emil Nolde y “Der blazer Reiter” (el jinete azul) compuesto por Vasily Kandinsky, Franz Marc, Paul Klee en Munich, ambos con objetivos y rasgos comunes aunque con alguna diferencia estilística.
Futurismo (1909). El primer manifiesto futurista se publica en febrero 1909, en el periódico parisino “Le Figaro”, escrito por el italiano Filippo Marinetti, que con un rigor dogmático no dudaba en afirmar que “un automóvil rugiente, es más bello que la Victoria de Samotracia”. Con ello se exaltaba la modernidad, lo tecnológico, lo mecánico y rompe una lanza a favor de las cualidades estéticas de estos objetos industriales infravalorados según esta vanguardia. Aunque el movimiento acaba pronto, tras la I Guerra Mundial algunos de sus componentes radicalizan sus posiciones y se relacionan ideológicamente con el fascismo italiano en las elecciones de 1919. Sus mayores exponentes fueron Humberto Boccioni, Gino Severino y Giacomo Balla. Con el tiempo se produce un redescubrimiento e influye en movimientos como el Dadaísmo, el Constructivismo ruso, el Surrealismo e incluso se sitúa como punto de referencia en el arte de los años sesenta.
Dadaísmo (1915). El más radical y agresivo de los ismos de principios de siglo nació en Zürich obra de Tristan Tzara. Fue una vanguardia anarquista que se mostró rotundamente en contra de cualquier norma social, moral o estética. La palabra dadá que designó el movimiento se escogió de modo arbitrario en un diccionario. Contundente, destructor y provocador, se basa en lo absurdo, lo elemental, lo casual y lo azaroso. Su objetivo principal era cuestionar los criterios artísticos fuertemente afianzados y aceptados en la época. El ejemplo máximo de Dadá fue el artista francés Marcel Duchamp que, a través de los denominados ready-mades (objetos industriales sin valor, elevados a la categoría de obra de arte por el simple hecho de exponerlos en un museo bajo una firma y una fecha) trató de ridiculizar la veneración pasiva y poco crítica del público burgués.
Gracias al movimiento dadaísta, el Arte abrió sus fronteras y aceptó otros modos de expresión artística, lo que fue su mayor aportación. Era el nacimiento de lo que hoy denominamos arte conceptual. Además de Duchamp, los componentes de este grupo fueron Hans Arp, Francis Picabia, Max Ernst y el fotógrafo Man Ray.
Surrealismo (1924). Comienza con un manifiesto escrito por el poeta André Breton, y el término lo acuña el escritor Guillaume Apollinaire. Se desarrolla en un periodo inestable de entreguerras en el que los intelectuales tratan de comprender la profundidad psíquica del hombre, los sueños, lo inconsciente. Los escritos y teorías del psicoanálisis de Sigmund Freud aportan una base científica e ideológica, y las obras de Füsli y Blake la influencia artística. Se distinguen dos tipos de Surrealismo pictórico y dos grandes grupos de pintores surrealistas. Por un lado, el Surrealismo figurativo, entre los que se encontraban Max Ernst, René Magritte, Chagall y Dalí, quienes exploran el surrealismo desde una óptica de realismo formal, ya que, pese a sus deformidades y transformaciones nunca abandonaron la referencia real de los objetos. Por otro lado, el Surrealismo abstracto, que contaba con Yves Tanguy, Joan Miró, Paul Klee y Hans Arp. Parte fundamental en esta tendencia fueron los escultores: Giacometti, Henry Moore, Alex Calder, Max Ernst y Man Ray.
Suprematismo (1915). Vanguardia de origen ruso que comienza con el manifiesto de Kasimir Malevitch. Busca la sensibilidad pura del arte a través de un lenguaje plástico nuevo, sin referencias figurativas ni influencias artísticas previas. Evita cualquier referencia de imitación a la naturaleza recurriendo a módulos geométricos de formas puras y perfectas de color austero, en especial el uso del blanco y el negro con algún color poco saturado. Al ser obras de pocos elementos, y además geométricos, tendrá mucha importancia la composición y distribución de éstos en el cuadro. Otros autores Liubov Popova, Aleksandr Ródchenko, El Lissitzky.
Constructivismo (1913). Esta nueva vanguardia comparte origen y fechas con la anterior, por lo que su desarrollo es paralelo y ambas se vigilarán de reojo en su evolución. El constructivismo, con alta carga política e ideológica propia de la revolución rusa, pretende la unión entre las artes, pintura, escultura y arquitectura, por lo que comparte objetivo con una de las escuelas más famosas de la Historia del Arte, la Bauhaus. Este hecho no es casual, pues varios constructivistas fueron profesores o impartieron seminarios en algún momento en dicha escuela alemana. Sus autores principales fueron Vladimir Tatlin, El Lissitzky, Antón Pevsner y Naum Gabo. Este movimiento tiene su manifestación cinéfila en la obra de Eisenstein, con la cinta de “El acorazado Potemkin”.
Neoplasticismo. De origen holandés, el grupo que lo desarrolló recibió el nombre de “De Stijl” (el estilo) debido al nombre de la revista en la que trabajaban sus componentes y en la que publicaban sus escritos. Fue una prolongación de los valores estéticos del constructivismo, aunque sin su ideología y compromiso político. Demostraron su intento por aunar disciplinas en proyectos completos. Diseñaban el edificio y el interiorismo (muebles, colores de las paredes, colocación de los mismos…) en un mismo proyecto porque entendían que no eran conceptos distintos. Con ánimo de huir de las referencias naturales recurrieron a las formas geométricas puras y a los colores saturados, especialmente los primarios y el negro para dar contraste. Sus principales componentes fueron Theo van Doesburg, y Piet Mondrian.